En Educación para la Ciudadanía, hemos tratado el tema de los niños soldados. Es algo que por aquí no conocemos, pero en algunos países pobres y con guerras, es algo habitual.
Hemos leído la historia de los hermanos Fataki.
*Tiempo atrás, Katitwa, Wakenge y Benjamin Fataki vivían tranquilamente en la República Democrática del Congo con su madre y su padre. Pero vino la guerra y lo cambió todo. Los rebeldes mataron a su madre por ser tutsi -un grupo étnico que a menudo ha sido perseguido por otros grupos-, y su padre murió poco después de causas naturales. *Cuando quedaron huérfanos los niños se convirtieron en presa fácil para los rebeldes ansiosos de ensañarse con los hijos de los tutsi. El hermano mayor los animó a huir, y los muchachos iniciaron un viaje largo y peligroso hacia la vecina Tanzania.
*El viaje fue aterrador para los hermanos y sus dos sobrinitos. Caminaban solos y tuvieron que ocultarse de los soldados y avanzar de noche hasta el barco que los llevó al otro lado del lago Tanganika, a Tanzania y la libertad. La travesía, con temperaturas gélidas y por aguas heladas y turbulentas duró 12 horas espantosas. Los niños temían ahogarse en cualquier momento, porque el barco tenía vías de agua, un agua helada que los mismos pasajeros tenían que achicar.
*Cuando los hermanos llegaron a la orilla en Kabrizi, ya en Tanzania, pasaron por el proceso habitual en un centro de tránsito del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), donde se les sometió a un reconocimiento médico y fueron vacunados. El ACNUR asignó a los muchachos a Lugufu, un extenso campamento de refugiados con viviendas hechas de barro y paja que ocupa 20 millas cuadradas en Tanzania y acoge a 30.000 refugiados.
*A su llegada al campamento, los muchachos fueron registrados con el fin de cerciorarse de que no llevaran ningún objeto peligroso. Le dijeron a Benjamin,- el mayor- que tenía que ser fuerte y hacerse responsable de su familia. La pérdida de sus padres, el viaje aterrador y su futuro incierto se les hicieron bien presentes. Uno tras otro, se desmoronaron y se pusieron a llorar.
*Como parte de su establecimiento en el campamento, tenían que construir, sin la ayuda de ninguna herramienta, una sencilla casa de barro y paja. Pero eso no era todo: los muchachos todavía tendrían que enfrentarse a la situación de hambre, desempleo y aburrimiento que es endémica en la vida de los campamentos. Además, los muchachos aún desconocían el paradero de su hermano mayor, Mugumu. Afortunadamente, Adam nunca renunció a intentar encontrarlo. Recientemente, recibió la noticia que habían estado esperando los hermanos. Se había localizado a Mugumu. Los muchachos se reunieron y ahora viven juntos en otro campamento. Como familia, están mejor preparados para afrontar los desafíos que tienen por delante, pero las cosas que han visto y las pérdidas que han sufrido les perseguirán para siempre.
Hemos leído la historia de los hermanos Fataki.
*Tiempo atrás, Katitwa, Wakenge y Benjamin Fataki vivían tranquilamente en la República Democrática del Congo con su madre y su padre. Pero vino la guerra y lo cambió todo. Los rebeldes mataron a su madre por ser tutsi -un grupo étnico que a menudo ha sido perseguido por otros grupos-, y su padre murió poco después de causas naturales. *Cuando quedaron huérfanos los niños se convirtieron en presa fácil para los rebeldes ansiosos de ensañarse con los hijos de los tutsi. El hermano mayor los animó a huir, y los muchachos iniciaron un viaje largo y peligroso hacia la vecina Tanzania.
*El viaje fue aterrador para los hermanos y sus dos sobrinitos. Caminaban solos y tuvieron que ocultarse de los soldados y avanzar de noche hasta el barco que los llevó al otro lado del lago Tanganika, a Tanzania y la libertad. La travesía, con temperaturas gélidas y por aguas heladas y turbulentas duró 12 horas espantosas. Los niños temían ahogarse en cualquier momento, porque el barco tenía vías de agua, un agua helada que los mismos pasajeros tenían que achicar.
*Cuando los hermanos llegaron a la orilla en Kabrizi, ya en Tanzania, pasaron por el proceso habitual en un centro de tránsito del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), donde se les sometió a un reconocimiento médico y fueron vacunados. El ACNUR asignó a los muchachos a Lugufu, un extenso campamento de refugiados con viviendas hechas de barro y paja que ocupa 20 millas cuadradas en Tanzania y acoge a 30.000 refugiados.
*A su llegada al campamento, los muchachos fueron registrados con el fin de cerciorarse de que no llevaran ningún objeto peligroso. Le dijeron a Benjamin,- el mayor- que tenía que ser fuerte y hacerse responsable de su familia. La pérdida de sus padres, el viaje aterrador y su futuro incierto se les hicieron bien presentes. Uno tras otro, se desmoronaron y se pusieron a llorar.
*Como parte de su establecimiento en el campamento, tenían que construir, sin la ayuda de ninguna herramienta, una sencilla casa de barro y paja. Pero eso no era todo: los muchachos todavía tendrían que enfrentarse a la situación de hambre, desempleo y aburrimiento que es endémica en la vida de los campamentos. Además, los muchachos aún desconocían el paradero de su hermano mayor, Mugumu. Afortunadamente, Adam nunca renunció a intentar encontrarlo. Recientemente, recibió la noticia que habían estado esperando los hermanos. Se había localizado a Mugumu. Los muchachos se reunieron y ahora viven juntos en otro campamento. Como familia, están mejor preparados para afrontar los desafíos que tienen por delante, pero las cosas que han visto y las pérdidas que han sufrido les perseguirán para siempre.
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